“Poner límites no es abandonar: es honrar la amistad sin perderse a uno mismo.”
En toda amistad llega un momento en que debemos preguntarnos: ¿hasta dónde acompañar al otro en su dolor o en su negatividad, y hasta dónde poner límites para no perdernos a nosotros mismos? ¿Es egoísmo alejarnos, o es sabiduría proteger nuestro equilibrio?
- ¿La amistad consiste en salvar al otro, o en caminar a su lado sin perderse uno mismo?
- Cuando un amigo arrastra su dolor hacia ti, ¿te conviertes en apoyo o en rehén?
- ¿Hasta qué punto ayudar a alguien que no quiere ayudarse a sí mismo es verdadera ayuda?
- ¿La virtud está en cargar con todo, o en discernir lo que puedes dar sin destruirte?
- ¿Eres mal amigo por poner límites, o mal amigo por no tener la fortaleza de ponerlos y terminar resentido?
- ¿Qué es más compasivo: acompañar sin reservas, o mostrar con tu ejemplo que la serenidad también es un camino posible para él?
- ¿Qué esperas tú de una amistad: reciprocidad, crecimiento, apoyo, o simplemente compañía sin juicio?
Reflexión
Los estoicos dirían que la amistad debe basarse en la virtud. Cuando una relación deja de nutrir la virtud en ambos y se convierte en un veneno, no es amistad, sino dependencia.
Alejarse no siempre es egoísmo: a veces es el mayor acto de respeto hacia el otro y hacia ti, porque no perpetúas un círculo de dolor.
El sabio busca el equilibrio: ni abandono por comodidad, ni sacrificio sin sentido.
Piensa en ese amigo que amas, pero que te desgasta. Pregúntate: ¿qué gesto puedo hacer por él que lo apoye sin perder yo mi equilibrio?
Ese puede ser el punto justo entre el egoísmo y la entrega ciega: el límite sano donde la amistad florece en lugar de marchitarse.

Deja un comentario